Por: Luis Vidal.
Llegué tarde. De por sí sabía que eso me iba a costar caro. A veces eso no importa si tienes pase de prensa, pero esta vez sí.
Cualquier otro se hubiera ido, pero preferí esperar a ver si se me hacía el milagrito. Lo que vi luego me pareció tan o más atractivo que el concierto.
Nunca falta aquel que aunque llega tarde quiere entrar como sea. El sujeto discutía insistentemente con los encargados del local. Decía cualquier cosa para que lo dejen entrar y cuando notaba que no le funcionaba regresaba a un rincón. Cada vez que alguien se acercaba para quejarse él reaparecía para hacer cargamontón. Perdía nuevamente y al rincón.
Toda esta escena era acompañada de una música extraña que sonaba a lo lejos. El Hombre Misterioso llevaba tocando un buen rato y su onda hipnótica creaba un ambiente surrealista en la sala.
Vaya que era hipnótico pues una de las chicas que vigilaba la entrada iba y venía tratando de asomarse al auditorio con una cara de: "diablos, odio mi chamba" xD
En esos 60 minutos que estuve sentado junto a una maceta bastante coquetona pasaron frente a mi: una chica de cabello fucsia bastante llamativa, una pareja de góticos con botas de militar, tardones de todas las edades y tamaños que llegaban sólo para darse media vuelta y regresar por donde vinieron... todo eso acompañado de los ritmos propios de un viaje astral.
Al rato logré entrar al auditorio. El local estaba lleno y la gente lucía sonámbula y absorta en un sueño lleno de colores e imágenes diversas como las que se proyectaban en la pantalla del escenario.
Hice unas fotos y me fui. ¿Por qué no me quedé? Lo que vi en el hall del CCE retrataba mejor su música que lo que hubiera en el escenario. Eso es El Hombre Misterioso, un reflejo de la ciudad, caótica, llena de cosas bizarras, donde encuentras un personaje en cada esquina, un viaje astral por esa Lima furiosa que se droga todas las noches.
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